Ahora que pasó la semana santa, es imposible no platicar sobre lo felices que somos la mayoría porque exista dicha semana. Y no tanto por eso de salir de vacaciones a otros lugares; al contrario, somos felices por quedarnos y disfrutar aunque sea por poco tiempo, nuestra ciudad sin tráfico.
Cuando uno sale de la ciudad en semana santa, ello resulta en sufrir los trayectos eternos en carretera, las filas que parecen interminables en las casetas, llegar a los hoteles y pelear por cupo (porque pocos son lo que reservan). Para poder disfrutar del agua en el mar, uno debe ganar un pequeño espacio de playa y aferrarse a él como si fuera propio, y si uno elige la alberca propia del hotel, hay que esperar a que haya un pequeño hueco y saltar entonces, dentro de él (y bueno... no quiero mencionar los fluidos mezclados en exceso dentro de las albercas).
En cambio, aquí en la ciudad, trayectos que son generalmente de 2 horas, los podemos hacer hasta en la mitad de tiempo. Avenidas importantes como Reforma, los ejes viales (como el Periférico), los encontramos fluidos y despejados. Uno puede salir a caminar, ya que los niveles de contaminación se ven reducidos considerablemente; las plazas comerciales están prácticamente vacías, y en general, el día rinde más, ya que se pueden hacer muchas más cosas que en un día normal.
Es muy padre pasar la semana santa en la ciudad, y mejor aún cuando la compartes con el amor de tu vida!!