Al escuchar el nombre de Pink Floyd la mayoría de las personas pensarán en The Wall, aquel legendario álbum que es de las joyas del rock progresivo. Pueden incluso pensar en canciones como Another Brick In The Wall, Money o Wish You Were Here. Y si les pedimos que nos digan sobre el estandarte del grupo seguramente dirán Roger Waters.
Pero en sus inicios la banda era liderada por Syd Barrett, un inglés cuya mente nunca estaba en un solo lugar, siempre soñando en cosas inexistentes y en expresar todos esos sonidos que su mente le decía.
En 1967 fue que Pink Floyd dio vida al álbum The Piper At The Gates Of Dawn. Este disco a diferencia del sonido característico que tomó la banda, estaba lleno de música psicodélica, efectos de sonido que nadie había ni siquiera pensando en hacer.
Canciones que hablan sobre viajes ocasionados por alucinógenos, gatos asociados con el diablo, gnomos, cosas bíblicas y apocalípticas, espantapájaros o bicicletas, así de variados eran los temas, todos acompañados por melodías que parecían salir de lo más recóndito del lado oscuro de cada uno de los integrantes.
La voz de Syd era única, a veces parecía que le costaba trabajo hablar y con su tono adormilado podía hacer que nos metiéramos de lleno en lo que trataba de expresar, pero también era alegre, contagiaba a cantar.
En ese entonces ellos eran los Dioses de la música underground, sus presentaciones estaban llenas de psicodelia, luces, energía y todo esto cubierto por una capa de humo espeso ocasionada por toda la mariguana que se consumía en cada show.
Desafortunadamente Syd sólo duró un año con la banda, ya que sus problemas (principalmente con el LSD) no dejaron que la banda permitiera seguir bajo su manto. Fue ahí donde Roger Waters tomó la batuta y así mismo, fue ese momento donde Pink Floyd tomaría su camino hacia convertirse en una de las leyendas del Rock.
No hay comentarios:
Publicar un comentario