La historia de Harry Potter en la pantalla grande (como algunos llaman al cine), comenzó el 4 de noviembre del 2001. Nueve años más tarde, nos encontramos con la primera parte de la séptima película: Harry Potter and The Deathly Hallows.
Hoy tuve la oportunidad de ver la película acompañada de uno de mis mejores amigos (también fan de la saga -aunque él no lo admita públicamente-). Me pareció que hasta ahora, ha sido la mejor adaptación de uno de los libros (claro que habrá que esperar la culminación de esta historia).
La razón es que, me parece que en esta película lograron enfocarse más en los detalles descritos en el libro, algo que no necesariamente habían logrado en las películas anteriores. Ejemplo de ello es la omisión de personajes (tal vez no tan importantes, pero que lograban hacer la historia aún más interesante), tales como, una elfina doméstica (la del Señor Barty Crouch), llamada Winky; o la participación de Dobby, también en la cuarta película.
Así que, como fan de la saga de libros (y también de las películas), me siento feliz de que al fin se haya respetado la historia casi por completo. Es increíble lo que se ha logrado transmitir a través de los efectos especiales. Y sin duda podemos darnos cuenta de la diferencia existente entre la primer película y la última.
No estoy muy segura de qué tan recomendable sea, que vayan a verla si es que no conocen la historia; la verdad es que, para mí, ahí es donde radica la riqueza de los libros, son como un gran rompecabezas que se va completando al leer cada libro (algo parecido pasa en las películas). No obstante, me parece una gran película digna de recomendar (y ¡sí!, ¡soy fan!).
Al parecer, podremos disfrutar de la parte final de esta historia, durante el verano del próximo año.