Hace casi un año me encontraba caminando por la calle con un amigo, regresábamos de nuestra clase un sábado. Cuando llegábamos a nuestra unidad encontré algo que llamó mi atención, y fue que la ví. Una gatita, no muy grande, pero tampoco era una bebé. Cuando nos acercamos un poco a ella, me dí cuenta que sus ojos se veían un poco extraños (pensé en que podría estar lastimada), por lo que la llamé y (para mi sorpresa) ella se acercó. La cargué y entonces noté que sus ojos no tenían nada raro, al ser un día de marzo muy soleado, sus pupilas estaban completamente contraídas y ella me veía con unos enormes ojos amarillos (o bien podría decir color ¡ámbar!).
No sé qué sentí, pero no quería regresarla a la calle. Mi amigo me preguntó si quería que la lleváramos a la unidad, y sin dudarlo acepté. En el camino pasamos por una tienda y le compramos un poco de jamón, después nos dirigimos hacia mi edificio. Nos quedamos afuera y entonces comenzamos a darle de comer, ella devoraba los pedazos de jamón que le dábamos, era muy lindo verla comer, me hacía sentir bien.
No quería dejarla ni en el estacionamiento, ni en el patio, lo que quería era traerla directamente a mi casa; pero estaba segura de que no habría posibilidades de que mis papás la aceptaran. Nos quedamos una hora con ella y luego cada quien se dirigió a su departamento. Cuando llegué a mi casa, me asomé por la ventana y ya no la encontré en el lugar donde la habíamos dejado, pero supuse que estaría explorando el lugar.
Horas después llegaron mis papás y les pregunté si habían visto a una pequeña gatita moteada en la entrada del edificio, ellos respondieron que no, y yo me preocupé mucho, pues ya no podría verla de nuevo. Les conté todo lo que me había pasado unas horas antes. Me parece que ellos detectaron mi emoción y me preguntaron si la había llevado a mi casa, yo les dije que lo había pensado, pero que lo más seguro hubiera sido que ellos la hubieran rechazado (o eso fue lo que pensé).
Para mi sorpresa, mis papás se comportaron muy diferente a como hubiera pensado, creo que hasta estaban emocionados con la idea de quedarnos con la gata. Así que en ese momento, no dudé y bajé a buscarla lo más rápido que pude. Lo malo fue que no pude encontrarla, la busqué por todos lados, pero nunca la pude encontrar. No tuve más remedio que subir a mi casa, me sentía triste, y algo desilusionada por dejarla ir (siempre había deseado tener un gato o un perro jeje).
Una vez más me asomé por la ventana, no tuve suerte, pero encontré a un gato que adopté como mío, pero el cual no vive en mi casa; sin embargo de vez en cuando bajamos a darles de comer y en vacaciones procuramos comprarles comida y alimentarlos todos los días. En fin, lo que hice fue bajarle de comer, y mientras lo esperaba a que terminara su comida, me quedé parada viendo hacia todos lados y tratando de encontrar a la pequeña gata.
No estaba por ningún lado, había pasado horas buscándola, y no la encontraba. Me sentí un poco frustrada por no saber dónde estaba, suspiré y levanté la mirada, y…. de repente ¡la ví!. Estaba subida en un árbol y no podía bajarse. ¡Aahhh estaba muy emocionada!, pero no podía bajarla sola de esa rama; así que le hablé a mi amigo y le pedí ese favor, después me ayudó a llevarla a mi casa.
Creo que cuando mi familia la vio entrar, ellos se enamoraron de ella tanto como yo. Así que estaba hecho, mi hermana y yo podríamos quedarnos con ella, pero nunca habíamos tenido un animalito de este tipo, y la verdad es que representaba una gran responsabilidad. Sí lo pensamos por un tiempo, en simplemente dejarla ir, pero al final no pudimos, no teníamos ni un día de conocerla y sentíamos que ella ya se había encariñado con nosotras, tanto como nosotras lo habíamos hecho con ella.
Al siguiente día mis papás le compraron todo lo prioritario para que pudiera quedarse con nosotros: un arenero y arena, comida y un plato, shampoo y talco anti-pulgas.
Sin duda, al estar a punto de que mi gata (Eddie) cumpla un año con nosotros, puedo decir que ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. La adoro y es mi compañera de todos los días y sobre todo en las madrugadas, ha estado ahí cuando me he sentido triste, cuando estoy feliz, cuando tengo sueño, la hemos llevado de paseo con nosotros en vacaciones, y la adoramos, es parte de nuestra familia.
No dudo que sea la única persona que haya llevado un animal a su casa y lo haya adoptado, así que lo único que me resta por decir es lo afortunada que me siento por haber pasado por eso y finalmente que mi familia y yo adoptáramos a un animalito de la calle.
Espero que esta experiencia les sirva un poco para reflexionar acerca de la alegría que pueden llegar a darnos los animales. Por otro lado, sin importar que nos gusten o no, debemos de respetarlos; y cuando compramos o adoptamos a alguno, debemos responsabilizarnos y buscar su bienestar (lo cual va desde jugar con ellos, hasta aplicarles sus vacunas para evitar enfermedades), ellos también merecen tener una vida feliz.
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